Minuto
Por CHAVA PORTILLO
Seguramente mi comentario acido no será del agrado para muchos pero ese es de lo poco que se puede ufanar el fallido sistema de gobierno de la 4ª simulación en la libertad de expresión y de lo mucho que podemos congratularnos los que tenemos la divina vocación de contar historias.
De las múltiples ocupaciones, oficios y vocaciones que practica el ser humano existen muchas que son gratificantes, otras muy sufridas, poco remuneradas y las demás que son excelsas porque además nos bendicen con una remuneración, no existiendo una gracia mayor que te paguen por algo que te agrada.
He sentido envidia infinita con Pablo Carrillo, buen bato que desde muchos ayeres es la voz genuina y autorizada en los deportes en el Grupo Imagen cuyo dueño Olegario Vázquez Aldir además de dominar el ramo de hospitales, mueblerías, bancos, hoteles y dueño del Excélsior, el periódico de la vida nacional, incursionó en el campo electrónico de las noticias por radio y televisión.
Pablito se la pasa trotando por los “greens” del mundo entero cubriendo los eventos golfísticos para realizar el resumen y dando pormenores de los torneos donde se dan cita los mejores exponentes del deporte que es delicia para los que tenemos la oportunidad de disfrutarlo.
Ay de aquel pobre infeliz que termina el domingo y tiene la angustia de presentarse a trabajar en algo que detesta y lo hace porque es el modus vivendi y la necesidad de llevar la chuleta al cantón donde le esperan chilpayates y pareja.
He sentido una gran pena por los profesionales que escogieron por accidente o vocación la rama de la medicina que se les ha complicado su existencia por el apocalíptico jinete de la pandemia y que jamás imaginaron que los haría trabajar horas extras a destajo y me pregunto: ¿No era lo que soñaban? ¿Qué no cualquier mortal agradecería al santo dios que le ofrecieran la oportunidad de horas y días para doblar turnos?
Los mensajes de los actores de este trágico melodrama son una barbaridad inexplicable, porque una cosa es que aconsejen y nos repitan el quédense en casa y ponte el cubre bocas y otra muy distinta es el: “ya no podemos más” “ya no aguantamos” “estamos por tirar la toalla” y otras incontablesconsignas desesperantes que no les satisface su trabajo.
Por siempre se ha exacerbado la sufrida y hasta santa vocación de los bomberos porque arriesgan su vida, concepto muy falso y vomitivo, que yo recuerde no han sido tres apagafuegos los que pagaron con su vida la ocupación que escogieron por más peligrosa que esta parezca.
Y no es que ser bombero sea andar tejiendo chambritas, pero tampoco es que válgame dios y si escogieron el oficio, trabajen, no repelen o dedíquense a ser Senadores como el payaso de Samuelito García que ahora sueña con ser gobernador o David de la Peña que piensa que puede ser alcalde de Santiago.
No se quejen señores enfermeros, médicos, camilleros o socorristas, nadie los obligó a estar en esta macabra fiesta. Se les agradece igual que a los maestros que salen a parar el tráfico y joder a los demás porque no les dieron su aguinaldo completo de tres meses, a los policías que andan sacando borrachos de los antros o los plomeros que nos arreglan un drenaje tapado, como el que nos vende un taco de chicharrón o vende fruta en el mercado. MENUDENCIAS: La estupidez de López-Gatell ahora si le cayó como anillo al dedo al presidente López que no encontraba como darle las gracias por tanta tontería realizada y doy mocho a que el extravagante medicucho le pondrá en charola de plata su cabeza para que se vaya a la playa donde se fue el fin de año, sin ponerse cubre-bocas ni guardar la sana distancia que exige a Juan ciudadano.
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