Minuto
CHAVA PORTILLO

El relato de mi carnal Obed Campos respecto a la foto-simulación a Samuelito gobernador y Marianita esposa querida, cuando con brocha y rodillo hacían la arenga de pintar una escuela -obvio- popular, pero cuando apagaron las cámaras y guardaron los micrófonos de los reporteros que cubrían la fuente, el joven gobernante y esposa, aventaron los instrumentos de trabajo y abordaron su flamante vehículo blindado para desaparecer con el convoy que los sigue en sus apariciones cortesanas palaciegas.
Hace algunos años copié un fragmento que menciona la historia de Alexander Potemkin que me pareció entretenida, veraz y divertida si no fuera trágica que semeja la circunstancia de muchos gobernantes y el bisoño Sami, no podía ser excepción.
Catalina, zarina de las congeladas estepas rusas tenía fama de su ninfomanía incontrolable y como dijera el buen piporro, dónde ponía el ojo, ponía la bala, o sea, galán que le pareciera apetitoso lo hacía cabalgar en sus aposentos hasta que por el momento dejara satisfechas las urgencias propias del apareo. Disfrutaba la sexagenaria como posesa.
Un día formados los soldados de un regimiento sobresalía un rubio mocetón ojo azul de casi dos metros de alto por uno y medio de ancho, parecía refrigerador. Viéndolo la gobernante supuso que las dimensiones de todo el cuerpo serían proporcionalmente iguales a su estatura y estaría súper dotado. En pocas palabras se convirtió Alexander en el semental de momento y para poder mejorarlo en su economía lo nombró jefe de giras y encargado de los protocolos en las visitas de Catalina.
Un buen día en un miserable poblado que carecía de todo menos de hambre, llegaría la zarina y un día antes amarraron los perros, encerraron al loco, a los pocos muertos de hambre que andaban en la calle les hicieron ponerse la clásica camiseta de “Vota por Catalina” Detrás de una barda estacionaron un camión cisterna lleno de agua para cuando la reina abriera la llave, obvio saldría un chorro abundante.
Se pintaron las bardas, barrieron las calles y se colocaron las mantas obligadas de: “El pueblo unido, jamás será vencido” “Contigo, será todo mejor” y toda la epopeya de pendejadas que se acostumbra en todo el mundo, sólo cambian los colores y las siglas de los partidos, pero la esencia es la misma.
Llegó la gobernante y todo a pedir de boca, tomándose la foto que publicarían al día siguiente en los medios, algo así como TV Nuevo León y los pasquines que siguen cobrando en gobierno, la nube de reporteros se apretujaban siguiendo la nutrida comitiva de funcionarios, reporteros y acarreados que poco o nada tienen que hacer, pero son urgentemente necesarios.
Terminó la visita, se fue el convoy, partieron las comitivas, soltaron al perro, liberaron al loco, se fue la pipa de agua y todo quedó en la inmundicia en a que siempre habían vivido, en el olvido y la tristeza comentando los pocos habitantes en la plaza; siempre es igual, hasta dentro de seis años volverán, al menos nos queda la camiseta y la gorra que nos dan.
Las aldeas de Potemkin es la radiografía de Samuelito el gobernante que es el más mediático aunque frívolo de los últimos cien años. Después de la fotografía, agarrar al niño mocoso, anunciar las mismas obras que ya se anunciaron, repetir el mismo discurso, cortarse el cabello por el niño con cáncer y llevar otros tantos a la frontera. En esencia es lo mismo que Potemkin sólo para la foto, como la bobería de agarrar la brocha y el rodillo que los medios destacan un día después tirados en el suelo. ¿Algún parecido con los pasados gobernantes?
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