Minuto
CHAVA PORTILLO

La presunción de la señora Rosa Icela Rodríguez que en mala hora aceptó el encargo, -que no la responsabilidad-, de Alfonso Durazo para irse de gobernador por capricho del cocodrilo, es sinónimo de estupidez porque los miles de ciudadanos muertos por violencia no son como para sentir orgullo.
Mal de muchos, consuelo de tarados y si bien es cierto que los números marcan una ínfima baja no existe motivo para celebrar, así fueran unos cuántos es para que las autoridades escondieran la cabeza como los avestruces aunque dejaran al aire lo demás de su anatomía. Es como si aquí las autoridades policiales tronaran cuetes y quemaran pólvora para festejar que en comparación del año pasado hay un 2,6% menor y Gustavo Adolfo Guerrero plácido y sereno desde el Pent House del lujoso edificio en la calle Ocampo, sintiera que las acciones tomadas por la fiscalía han sido acertadas.
El atraso y pendientes del poder judicial es mayúsculo y el razonamiento del policía es de lo más tonto por no adjetivarlo de manera procaz, que ha sido reacomodo de las bandas, que es guerra de territorios, que el Z40 ya cedió parte del suelo, que el Viceroy anda más mansito, que la mano del muerto y que los cadáveres encontrados por macolla en Hidalgo, Escobedo, El Carmen son producto de que no se han puesto de acuerdo y como nuevas bandas quieren entrar, arrojan esos resultados.
La Fiscalía General de Justicia Gustavo Adolfo es réplica de los sabuesos de Rosa Icela y toman la misma retórica para engañar a sus jefes que les creen todos sus argumentos “untándose” el bálsamo de que pronto, esto se va acabar y ya ve que en Nuevo León se está haciendo costumbre la aparición de cadáveres ejecutados, desmembrados y hasta ahorcados, con la diferencia que aquí los ministeriales los descuelgan pronto con todo y cartulina con la firma de los autores.
Lo peor del caso es que tanto el cocodrilo mayor como el jovencito Sami piensan que con discursos van a controlar lo fatídico y el ciudadano dormirá más tranquilo. Las soporíferas mañaneras sirven para entretener al respetable, pero tanto va el cántaro al agua hasta que se rompe y los dos políticos deben ir pensando qué hacer y no lleguen las cosas como en los poblados de Sarabia, Valparaiso, Tlaltenango, Fresnillo o Jerez donde los ciudadanos han huido despavoridos de sus casas increíblemente escoltados por el ejército en una acción que debería llenarlos de vergüenza.
Los soldados en lugar de poner las cosas en su lugar, mejor dimiten y siguen dando abrazos, nada de balazos acompañando a los pobres infelices que se alejan de lo poco que les queda, que es nada.
La aplicación de la justicia, reitero, no sirve para maldita la cosa llámese municipal, estatal o federal y si hace caso de los que informan para que nos informen está peor, porque se sienten orgullosos de los números simplistas y maquillados de cómo está la realidad. Dijera Luis Echeverría cuando le hablaron de la inundación, “si no se ahogaron, fue porque no quisieron, agua, había se sobra” aquí las balas sobran, cuestión de ponerse de pechito.
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