Minuto

CHAVA PORTILLO
En el desagradable san quintín del caso Debanih que el lunes escribió un capítulo más merece un análisis profundo porque es evidente que la “descobijada” que se da en este penoso texto de telenovela queda manifiesto que el “premio” de monumental oso es merecedor el inocuo e inútil Fiscal General de Justicia en el Estado de N.L. Gustavo Adolfo Guerrero que seguimos preguntándonos ¿porqué sigue en esa responsabilidad? o ¿quién lo sostiene en tan delicada encomienda?
Sapiente de influencias pasadas cuando la santísima trinidad hablaba recio y pisaba fuerte con Raúl Gracia, Zeferino Salgado y algún otro despistado que podría ser Paco Cienfuegos o hasta el mismo perverso Natividad González Parás pujaron en serio para que el refinado Gustavo ascendiera a las esferas más altas del poder judicial cuando es de todos sabido que uno de los notorios atributos que debe poseer un suspirante a la marquesina y reflector de la luz pública es dominar el escenario con propiedad y Gustavo Adolfo, padece pánico escénico. Ayer fue ¡patético!
En la desagradable convocatoria del lunes en “un hotel de la avenida Constitución” dicen los anquilosados medios de comunicación que piensan que están haciendo promoción al hotel Crown Plaza -ignorantes y mamones- tardaron hora y media para iniciar el “tongo” de rueda de prensa donde Gustavito ordenó por sus espléndidos y brillantes cojones que NO HABRÍA preguntas y san se acabó. Pregunta: ¿no hubiera sido más económico y rápido redactar un boletín?
Sigue la incertidumbre y no entiendo para qué ponen un pódium de seis lugares si los que iban a hablar eran: el que traía el resultado de la autopsia, el fiscal y obvio el papá de Debanih que resultó más protagonista que la misma chavita asesinada, que al final de cuentas dijo lo que todos esperábamos. “gracias, pero se enterarán de mis resoluciones en las redes sociales” o sea…no les creo nada y adiós, la novela continúa.
El que queda en la cuerda floja en espera de que le digan adiós, es el fiscal que primero dijo que el cuerpo de la muchacha NO estaba en donde la encontraron, luego despidió al inoperante vice fiscal y nombró una chavita porque como era mujer la asesinada, pues había que nombrar una dama, como si la justicia tuviera sexo.
Tres ordenes de cateo, decenas de malos policías, revisiones cada media hora, tres autopsias, apoyo y asesoría de fiscalías de otros estados y tardaron semanas en encontrar el cuerpo de la desafortunada jovencita que dejó claro: si no despiden al Fiscal Gustavo Adolfo, serán juzgados como la más triste apología de un caso que el extrovertido padre de la víctima puso en entredicho la honestidad y honorabilidad amén de la falta de capacidad en un caso que hasta la hoy, no tienen ni sospechosos.
La cereza del pastel de la ineficiencia en la cita del lunes en “un hotel de la localidad”, primero fue la falta de respeto al iniciar casi dos horas tarde, luego NO llegaron a nada y tercero el Fiscal General con un terror en la garganta se dispuso con voz temblorosa a rendir un inútil informe con la intención de dar a conocer que se está haciendo “mucho” en este caso que le ha dejado los calzones percudidos de ineficiente al aire después de que como merolico agradeció abyecto cuatro minutos a todo mundo, obvio, al presidente de la república y a Samuelito buscando clemencia ante su inminente adiós.
Si tuviera un residuo de honorabilidad y vergüenza profesional debería dar un paso de costado y ofrecer gratitud a los que inexplicablemente lo llevaron a esas alturas. MENUDENCIAS: En el principio de la inminente guerra por el agua que se desató en la región citrícola se está convirtiendo en sinodal para el gabinete Lily-Ledy que acompaña Sami Mattel. En días pasados enviaron a Allende a Víctor Cabrera sub secretario de gobierno y le pesó el buche para afrontar la situación. El lunes sintiéndose muy sabroso el golfista secretario de gobierno llegó a Montemorelos y lo mandaron a inflar burros por el pivote. Dan pena ajena. Les quedaron muy holgados los zapatos a estos aprendices de políticos de la tierra de nunca jamás.
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