Minuto
CHAVA PORTILLO
El 26 de septiembre se cumplieron nueve años de que 43 estudiantes desaparecieron sin dejar aparente rastro y donde se habla que fueron las autoridades municipales de Iguala, otros aseguran que la policía estatal de Guerrero fueron los que marcaron la pauta y los más avezados afirman que fueron soldados los culpables en complicidad con el cartel “guerreros unidos” que ya en ese momento eran dueños absolutos de la plaza que en ese tiempo gobernaba el gordo Ángel Aceves Aguirre, pero que siempre ha sido “propiedad” del vomitivo Félix Salgado Macedonio padre de la neófita gobernadora del violento Estado.
Iniciaré platicándoles que los familiares de los desaparecidos, resignados, ya no quieren la verdad, lo que exigen nada más es justicia, porque a estas alturas pensar que los pobres infelices están con vida, sería como imaginar que el presidente López va a cambiar la ruta y destino del país, donde los mexicanos ya no la queremos con trenzas, nada más greñuda, soñando que nos arrime a un puerto para apearnos con vida.
La historia por si no recuerda inicia con el matrimonio Abarca, José Luis presidente municipal de Iguala y María de los Ángeles Pineda, con una condición económica bastante potable, producto de las ubérrimas ganancias recibidas por prestar dinero con intereses groseros además a la compra-venta de oro y plata.
Comentario al margen, era del dominio público que el gobernador Aceves mantenía una relación amorosa con la señora del alcalde que en platicas de sobre mesa decían que no podía usar sobrero porque no se le acomodaba por la cornamenta, pero que él era feliz porque las carreras políticas de ambos iban viento en popa y que hay que sufrir, para merecer.
Dentro de la carta al niño dios por parte de la señora Pineda era que deseaba ser la alcaldesa de Iguala y continuar con el gobierno municipal de su cornudo marido y se disponían arrancar pre-campaña reuniéndose en una plaza de una población cercana a Iguala. Se enteraron que un grupo de estudiantes de la Escuela Normal rural Raúl Isidro Burgos se habían reunido para -entre otras cosas- grillar y manifestarse en contra de la pretendida campaña de la esposa del señor Abarca y para el efecto traían consigo en camiones secuestrados mantas, cartelones y propaganda como medida de extorsión.
Nadie sabe, si era con el afán político electoral o para chantajear al matrimonio y “bajarles” una lana para callar conciencias. Ahí, se prendió la mecha de ese incendio que luego no podrían controlar. Mandaron a los policías “cachuchones” de Iguala para detenerlos, darles una “calentadita” y convencerlos que se dejaran de tarugadas, que la señora Abarca sería la presidente municipal y que le hicieran como quisieran.
Como muy seguramente los 43 estudiantes sobrepasaban en numero a los policías municipales se encontraron con unas granaderas de la estatal y sabiendo todos la relación más que afectiva existente entre el gobernador y la señora no tuvieron empacho para ayudarlos y dicen las malas lenguas que fueron ellos los que teniendo relaciones peligrosas con los mafiosos de “guerreros unidos” y la región militar les llamaron para terminar la obra y como los malandros ni los militares, saben de medias tazas, los torturaron, les dieron piso -matarlos- en el tristemente célebre basurero, tatemarlos y ya embolsados tirarlos al rio para que desparecieran. No sonaba descabellado, todos enterados y en la misma frecuencia, municipales, estatales, soldados y mafia, ¿Quién iba a descubrir el pastel?
Pero nunca falta un parche para un descocido y el teatro se derrumbó, el presidente tiene dos preocupaciones, una, salvar el prestigio de los soldados y la otra limpiar la imagen de Omar García Harfuch, que está bastante enlodada…porque él está inmiscuido y enterado.
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