Minuto
CHAVA PORTILLO

Somos muchos los que no nos agrada decir: “se los dije”, pero se los dije. La migración en el país y más en nuestro estado que amenazaba en convertirse en enfermedad con tientes de pandemia, la empezamos a padecer, nos agrade o no, está tocando la puerta.
El encabezado de algunos diarios señalando a Nuevo León como una central pollera era previsible, la importancia de nuestra entidad como punto de partida en el desarrollo y vanguardia en ingreso per cápita es premisa que se convertirá en imán en el arribo de cientos de centroamericanos a intentar conseguir la añorada visa de trabajo o de traslado, que ante la dificultad para cristalizar el sueño americano convierten a Monterrey como opción genuina.
Cada día es más frecuente encontrarse con haitianos en las esquinas y usual que los “extranjeros” obtengan un trabajo al menos en la construcción como en El Barrial, Santiago y Los Cavazos donde el boom del desarrollo inmobiliario tiene vanguardia.
La pregunta es: ¿qué tanta experiencia pueden aportar los solicitantes si del país que salieron la industria de la construcción es menos cero? Desearían tener oportunidad de laborar en su nación y no tener que andar buscando en casa ajena lo que no han perdido. La mano de obra calificada pudiera competir con los nacionales que vienen de locaciones como Hidalgo, San Luis Potosí, Veracruz o Guerrero que de igual forma huyen de la hambruna como los centroamericanos.
Reitero, entiendo que es un problema social y económico, que los derechos humanos, que la buena ventura y la mano del muerto, pero no podemos dejar al margen que cuando la llegada de los mexicanos del centro a Nuevo León hace quince años, causaron una inestabilidad donde se ubican y desean tener su hogar y trabajo seguro incomodando a los que con más derechos que están en su estado, su ciudad y su localidad.
El municipio de Zuazua con su Real de Palmas, Escobedo, Juárez, o Cadereyta cuando llegó la insufrible PEMEX desestabilizó la comuna al exigir casa, agua, drenaje, escuelas, templos, vialidades y los tan añorados transporte colectivo.
No queridos vecinos, el problema de la migración va más allá que un pelafustán haya agredido vilmente al párroco fundador de la casa de misericordia porque le pidió que al menos recogiera el plato que con benevolencia habían servido una de las tres comidas que le sirven sin ninguna obligación y techo para dormir.
Tampoco es agradable echarnos ese morral al espinazo de cargar y solucionar los problemas de seres humanos que no han podido arreglar en el lugar donde nacieron y nos endosan la obligación de partir el mendrugo de subsistencia con otros. Trato de ser lo más centrado y ecuánime como ser humano, pero esto que ya empezó, se está poniendo grave y pinta para azul oscuro. Primero mis dientes, que mis parientes y no digan que no se los dije, porque se los dije y eso de que donde comen dos, comen tres, vale cuando tenemos llena la despensa y el corazón saturado de entusiasmo, porque repito la frase de mi padre: “ya quisiera el maíz pa mi, no pa los marranos” y que me perdonen los marranos.
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