Minuto
Chava Portillo

Me gustaría que alguno de los lectores que entienda de medicina fuera tan gentil en
descifrarnos el acertijo de la enfermedad que padece el presidente López porque de otra
manera no tendrían explicación las manifestaciones y conducta que acusan desde que es
el deficiente mental que gobierna este país.
Sus complejos de autoritarismo son entendibles y soslayables porque es conducta
persistente en todos los que detentan el poder en mayor o menor grado, aunque el
cocodrilo mayor ha roto todos los moldes y pentagramas pasándose a ser parte de la lista
de monarcas, emperadores, cacique en territorios donde la barbarie y el totalitarismo son
conducta y dogma.
Este fin de semana pasado quedará grabado en la conciencia de todos por la audacia y
atrevimiento de este presidente que hace lo impensable que nadie podría imaginar,
primero al seguir haciendo lo que se le pega la gana sin rubor ni pena y no porque los
demás presidentes no lo hayan hecho, pero al menos los que le antecedieron lo hacían
con algo de cautela y consideración.
López tiene algo en la cabeza que demuestra que no está cuerdo. Inteligente, sí, pero
raya en el paroxismo con actitudes demenciales. Primero su comunicador Jesús Ramírez
oculta su internado en el hospital militar cuando le realizan un cateterismo, que si no es
mortal de necesidad, sí lo es de alto riesgo para actuar con prudencia.
Más tarde el personaje que más agrada interpretar a López, el de Kalimán y yo soy quien
soy y no me parezco a nadie, empieza a divulgar un testamento para sugerir con dotes de
ordenamiento quién debe quedarse y cuáles son los pasos que deben seguir para
continuar con una supuesta gobernabilidad que jamás debe perderse. ¡Está cabrón!
Ahora resulta que después de mí, la gloria no existe y el mundo debe terminar.
Escribir un testamento y pensar en un albacea raya en lo demencial de su raciocinio
imaginando que como todo un feudal es dueño y amo de vidas y haciendas considerando
como patrimonio todo lo que le rodea y tiene el derecho de heredar poder
plenipotenciario sobre sus bienes y posesiones. ¿Y la Cheyene, apá?
¿Qué pasa por la enfermiza cabeza de López? ¿Será tan grande su padecimiento que
nubla su cerebro y no se da cuenta que raya en lo demencial? Aunque es la biblia que
no hay borracho que trague lumbre y es de elemental razonamiento que el cocodrilo está
enfermo, tiene la urgencia de empezar a meternos en la cabeza la necesidad de un
albacea que perdure su celestial deseo.
Son tantas las necedades que rayan en la estupidez que Juan ciudadano empieza a
acostumbrarse a las demenciales y absurdas chifladuras que en el inicio de sus acciones
podríamos imaginar que eran puntadas de un necio, pero ya entendimos que son
actitudes de un enfermo mental.
Algo habremos hecho los mexicanos para merecer lo que estamos padeciendo después de
tontitos con iniciativa como Fox o descerebrados convenencieros como Zedillo,
hubiéramos preferido perversos como Salinas o la improvisación del dipsómano de
Calderón o el papanatas de muñequito de utilería que fue Peña Nieto me cae.
minutochavaportillo@gmail.com